Bloquear llamadas sin rigor técnico y sin respeto a los datos personales no frena el fraude telefónico: rompe la confianza en el canal

Tratar el fraude telefónico como si fuera solo “spam” ha llevado a bloqueos masivos y filtros agresivos que afectan llamadas legítimas, deterioran la experiencia y no resuelven el problema de fondo: la suplantación de identidad.

En los últimos años, muchas personas han adoptado una regla simple para protegerse: no contestar llamadas de números desconocidos. Fabricantes de smartphones, sistemas operativos y aplicaciones de terceros han reforzado esta lógica con filtros automáticos, etiquetas de advertencia y bloqueos cada vez más agresivos para combatir el llamado “spam” telefónico.

El resultado es evidente: llamadas importantes que nadie atiende, confirmaciones que no llegan y un canal telefónico que ha perdido su función básica. Sin embargo, el fraude telefónico no ha disminuido.

Durante el Anti-Vishing Security Day, realizado el 27 de noviembre de 2025 en la Ciudad de México, especialistas en seguridad, representantes del sector financiero y asociaciones como SEPROBAN coincidieron en que este enfoque está atacando el síntoma equivocado.

“El problema no es que haya demasiadas llamadas, sino que cualquiera puede hacerse pasar por quien no es”, explicó Óscar Lazcano, consultor en prevención de fraude telefónico y fundador de VoiSek. “Cuando tratas el fraude como si fuera solo spam, terminas bloqueando a los legítimos y dejando intacta la estafa”.

La diferencia es clave. El spam es una llamada molesta o inoportuna. El fraude telefónico es suplantación de identidad empresarial. Bloquear llamadas de forma indiscriminada reduce el ruido, pero no valida quién está llamando. La red pública sigue permitiendo que cualquier actor utilice un número suplantado, mientras a los usuarios les resulta cada vez más difícil distinguir lo legítimo de lo fraudulento.

Las consecuencias para personas y empresas no son menores. La atención al cliente se vuelve ineficaz. La cobranza pierde contacto. Las notificaciones críticas dejan de funcionar. Las organizaciones gastan más intentando comunicarse y obtienen menos resultados. El teléfono, que debería ser un canal directo, se convierte en un canal de rechazo.

Este efecto colateral rara vez se mide como fraude. Se percibe como fricción, como “así son las cosas ahora”. Pero es un costo real: pérdida de eficiencia, deterioro de la experiencia y una desconfianza que se normaliza de forma equivocada.

Los especialistas coincidieron en que mientras el enfoque siga centrado en bloquear llamadas o en generar cada vez más intentos para lograr contacto, en lugar de resolver la suplantación de identidad telefónica, el problema persistirá. Dejar al usuario en manos de aplicaciones oportunistas que bloquean sin rigor técnico, mientras consumen y monetizan datos personales, rompe procesos legítimos y deja intacta la capacidad operativa del fraude.

La pregunta de fondo no es cuántas llamadas hay que hacer para que alguien conteste, sino qué condiciones deben cambiar para recuperar la confianza en el canal telefónico. Cuando esa pregunta no se enfrenta, las soluciones terminan erosionando aún más la confianza y facilitando el trabajo de los defraudadores.

Combatir el fraude generando más bloqueos o más llamadas sin entender la suplantación telefónica no hace al sistema más seguro. Lo vuelve más desconfiado, más caro y menos funcional. Y en un entorno donde la comunicación sigue siendo crítica, ese es un costo que personas y organizaciones ya no pueden seguir asumiendo.

Diseñador gráfico y web, con ganas de trabajar y aprender todo lo posible de este campo tan variado. Creativo tanto en la vida laboral como personal. Diseñar es el arte de transmitir gráficamente lo que uno imagina. Imagina, crea, diseña.
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