La tecnología nos acerca a otros, pero también nos aleja
Es curioso como la tecnología nos acerca a otros, pero también nos aleja. Hace dos cumpleaños tuve casi 300 felicitaciones a través de Facebook, una veintena en Twitter y cuatro al correo electrónico. Sin embargo recibí 3 llamadas, una de las cuales fue realizada desde el exterior.
Aunque vale la pena decir que, primero, no todos los que tengo en mis redes sociales son exactamente mis amigos. Si bien los conozco a todos (exceptuando a uno que otro que se me aparecieron en de foros o juegos), no esperaba de muchos una llamada.
Segundo, aunque parezca increíble, soy consiente que no todos tienen el tiempo, el recurso o la disposición para hacer la llamada, esas son cosas que se dan en la medida de las posibilidades y también me parece válido.
Sin embargo, lo que me sorprendió y en parte me motivó a escribir este artículo, fue que muchos de los que prefirieron dejarme un mensaje frío en el muro tienen mi número de celular y son amigos que veo con bastante frecuencia. Es más, hasta hace unos años aguardaban hasta la media noche para gritarme un «feliz cumpleaños» que me durara todo el año.
A pesar de esto casi todos, incluyendo muchos de mis familiares, optaron por un método mucho más impersonal para extenderme una felicitación.
El problema de fondo
Obviamente no puedo culpar de esto a las redes sociales, simplemente la nueva tecnología nos permite crear una presencia aparente que, a largo plazo, termina enfriando nuestras relaciones. Este no es el problema en si, pero si nos dan una excusa para creernos parte de la vida del otro sin necesidad de comprometernos.
Ten en mente que las relaciones con los otros las tejemos nosotros mismos y no podemos dejarle toda la responsabilidad a la suerte, el azar o (peor) la voluntad de los demás.
En la medida en que maduramos y nos llenamos de ocupaciones empezamos a hacer de lado muchas cosas, y en algunos casos dejamos de cultivar las relaciones con los demás, hasta el punto en que nos encontramos frente a un querido desconocido.
Me causa curiosidad como muchos se quejan de lo ingratos que son sus amigos, y me pregunto sí hacen el ejercicio inverso y evalúan lo que hacen por los demás. Lo mejor que se me ocurrió fue desarrollar una estrategia que evitara, por lo menos, que las relaciones con esos que amo se siguieran dilatando.
Mi estrategia del año pasado
El año pasado me propuse reconquistar a muchas de mis amistades y familiares. Estas fueron algunas de las cosas que hice:
- Llamar más, así fuera sólo para decir “hola”.
- Menos chat y más café, además de barato terminó siendo delicioso.
- Concentrarme en una conversación a la vez, dejando el celular de lado cuando me veía con alguien.
- Planear reencuentros.
- Decirle a los otros lo mucho que significaban para mí, sin dar por sentado que ya lo sabían.
En la madrugada de mi cumpleaños dejé un estado en mi muro agradeciendo los futuros mensajes, e invitando a los que quisieran me dieran una llamada, diciéndoles que me encantaría escuchar sus voces… La respuesta fue maravillosa.
No, no todos me llamaron, tampoco me invitaron a salir, pero muchos sí. Incluso me llamaron personas que solía querer, pero por esos descuidos terminé dejando a un lado y hacía tiempo no sabía ni dónde buscar (obviamente mi Facebook pudo ser un buen comienzo).
Más que el capricho de escuchar el celular sonando el día entero, lo que logró conmoverme fue esa sensación de que, a pesar de creer cercanas a las personas, estaban cada vez más lejos de mi, y eso es triste si tenemos en cuenta que la mayoría estaban a veinte minuto en bus.
Por lo tanto, más que poner una queja me gustaría hacerles una invitación, no se olviden de las buenas costumbres. Si bien las redes sociales acortan distancias, el contacto personal, ese que cultivamos a diario de tú a tú, construye puentes.